La agencia establece que tras la caída del 7% del PIB regional en 2020, se deben encaminar mejores acciones a largo plazo y deben avanzar conjuntamente al proceso de recuperación inmediata ante la crisis, para abordar, de forma simultánea, las problemáticas sanitarias, económicas y climáticas.
En un escenario en el que aún el mundo enfrenta la pandemia de Covid-19 y los países encaminan de a poco la reactivación económica, desde la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se recalca que la producción de alimentos y la salud deben ser prioridad en las necesidades de financiamiento e inversión durante la fase de recuperación y la de transformación posteriores a esta emergencia sanitaria.
Un nuevo documento de este organismo destaca que el panorama de la agricultura y el desarrollo rural en América Latina y el Caribe indica que el periodo final de la crisis sanitaria, económica y social causada por la pandemia del coronavirus “representa una oportunidad para transformar el modelo de desarrollo regional y también para construir sistemas agroalimentarios resilientes ante futuros riesgos”.
La agencia de la ONU establece que tras la caída del 7% del PIB regional en 2020, se deben encaminar mejores acciones transformadoras a largo plazo y deben avanzar conjuntamente al proceso de recuperación inmediata ante la crisis, para abordar, de forma simultánea, las problemáticas sanitarias, económicas y climáticas.
De acuerdo a reportes económicos regionales, el sector agroalimentario fue más resiliente a los desafíos sanitarios, logísticos y financieros que planteó la pandemia que el resto de los sectores económicos: las exportaciones agroalimentarias regionales aumentaron un 2,7% en 2020 con respecto a 2019, mientras las exportaciones totales cayeron 9,1%.
Sin embargo, uno de los mayores problemas que atraviesa la agricultura en la región y en países como Bolivia, es el contrabando de alimentos que han generado una competencia desleal al precio de la producción de las familias campesinas e indígenas.
Según datos de 2021 del Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag) y la Aduana Nacional de Bolivia (ANB), en los últimos años, los mercados en Bolivia registran el incremento de alimentos importados, en su mayoría de manera ilegal, entre ellos, la papa, arveja, ají, ajo, camote, cebolla, lechuga, plátano, tomate, zanahoria, zapallo, vainita, pimentón, pepino, pera, palta, naranja, mango, manzana, melón, membrillo, durazno, uva y ciruelo.
Frente a esto, recientemente agricultores de Bolivia debatieron alternativas de innovación tecnológica e inversión, con el fin de mejorar su producción y ser más competitivos.
En ésa línea, el documento de la FAO argumenta que durante la fase posterior a la pandemia una materia prioritaria ha de ser la de conseguir acelerar la digitalización de la agricultura.
“La agricultura digital puede hacer una contribución sustantiva a la transformación y al fortalecimiento de los sistemas agroalimentarios en su evolución hacia la sostenibilidad y la inclusión social”, afirmó el director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, Manuel Otero.
Añadió que las tecnologías digitales “pueden generar una producción más alta, sostenible y resiliente, mercados más eficientes y accesibles, alimentos más seguros, nutritivos y trazables y, por supuesto, más inclusión y mejor calidad de vida para todos los actores de la ruralidad”.
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