El pueblo cruceño se encuentra indignado y ha resuelto, en el multitudinario cabildo del domingo 13 de noviembre, revisar su relación política con el Estado boliviano.
Es la primera vez que se plantea (formalmente) la posibilidad de cambiar el actual Estado fallido, e introducir el sistema federal u alguna otra opción nueva (dependiendo del comportamiento del gobierno central).
La indignación general se hace sentir en las calles, avenidas y rotondas, y el gobierno nacional no ha tenido la voluntad política para resolver el conflicto (el más irracional de todos los tiempos). La ciudadanía exige no solo la realización del censo de población y vivienda, sino también la distribución de escaños y recursos el 2024, de modo que las elecciones de 2025 se hagan en función del último censo.
Cabe recordar que el censo tenía que realizarse en este noviembre de 2022, y el gobierno terminó postergándolo para 2024. Incluso fue declarado de “prioridad nacional”, y se tienen los recursos con los créditos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el FONPLATA. Sin embargo, todo cambió al extremo que casi se ha convertido en un secreto de Estado (en varias reuniones prohibieron el ingreso y uso de celulares) cuando no solo tiene que ser serio, objetivo y real sino, fundamentalmente, transparente y de dominio público.
El pueblo cruceño ha vuelto a liderar este movimiento ciudadano en defensa del censo y los valores democráticos de los bolivianos. El paro indefinido se parece a las protestas de octubre-noviembre de 2019, cuando Evo Morales y Álvaro García Linera intentaron burlarse de la voluntad popular y terminaron renunciando y huyendo del país. Las formas de estas protestas contrastan con las viejas movilizaciones y huelgas (salvajes) de los trabajadores. La diferencia es que las viejas movilizaciones siempre fueron por un plazo determinado y una reivindicación social o económica, pero nunca se había enarbolado la defensa del voto ciudadano y los valores y principios democráticos.
Las inéditas movilizaciones cruceñas, con la tricolor en la espalda y una firme convicción ciudadana, representa un compromiso con Bolivia y su futuro. Con todas las energías y la pasión por la libertad, los jóvenes son los verdaderos soldados de la democracia, y la libertad. Son los mismo que salieron a las calles el 21 de febrero de 2016 gritando Bolivia dijo NO, se sienten excluidos y rechazan los abusos del gobierno del MAS. Ellos han transmitido su forma de ver el mundo y la dirección en la que ellos esperarían participar en la toma de decisiones. Se comunican por imágenes, se mueven por emociones, expresan lo que les gusta o les disgusta, y no tienen ningún problema en hacerlo conocer por diferentes medios y formas.
La ciudadanía cruceña se ha indignado porque el gobierno ha menospreciado su inteligencia, y tiene muy claro un conjunto de principios y valores sobre los que debe asentarse la democracia moderna de nuestro país. En el fondo se trata de democratizar la democracia, que se respeten los principios republicanos: la separación de poderes, la independencia judicial, la libertad de expresión. En fin, la tolerancia política, el consenso, el diálogo, el debate democrático, son imprescindibles para una verdadera convivencia pacífica.
Como lo hizo el francés Stephane Hessel con su publicación ¡Indignaos¡, las familias cruceñas luchan por los principios y valores democráticos, que son hoy más necesarios que nunca. La resistencia pacífica, disciplinada y comprometida se ha convertido en una consigna nacional. Todos juntos debemos velar porque nuestra sociedad sea una sociedad de la que podamos estar orgullosos; las nuevas generaciones están dispuestas a jugársela por los principios republicanos, la paz y la convivencia ciudadana.
Las protestas exigen mayor justicia, mayor libertad, mayor democracia, mayor dignidad, mayor transparencia de la cosa pública. En cualquier caso, “las democracias decepcionan, pero no traicionan”. Y como lección aprendida, ningún gobernante debe reprimir y abusar del poder temporal, porque el pueblo tiene el legítimo derecho a indignarse, salir a las calles, protestar, quitarle legitimidad y hacer perder el poder que detenta.