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Mujeres luchan contra la minería para salvaguardar el cacao y optan por la agroforestería

MEDIOAMBIENTE
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Una enorme draga oxidada, anclada y abandonada a orillas de los ríos Boopi y Cotajes, empieza a ser devorada por la maleza. Esta es la mayor expresión de la resistencia a la minería aurífera, cuenta Lilian Molina mientras recorre el bosque, donde produce cacao con un modelo agroforestal para mitigar el cambio climático.

Lilian, de 43 años, es oriunda del distrito de San Miguel de Huachi, ubicado en el municipio productivo y agroecológico de Palos Blancos del departamento de La Paz. Su casa, que también es una posada, está ubicada a unos 400 metros donde quedó anclada la draga, de propiedad de una empresa china.  

Tiene dos causas que defiende con pasión: el rechazo a la minería y, en contrapunto, la producción agroecológica. Cuando habla de esos dos temas lo hace desde la experiencia como defensora del medioambiente y productora. 

Tiene una energía que contagia, de carácter jovial y amable. Su andar es rápido a pesar del sol que azota a las 15:30 del sábado 31 de agosto. No duda en dirigirse al lugar donde quedaron los restos de la draga, en un intento fracasado de explotar oro. 

A unos metros de su casa están los contenedores azules con inscripciones en idioma chino, en ellos se trasladaron las partes de la draga. Detrás de esas piezas vive una familia, que parece custodiar que ninguna pieza se mueva del lugar, como recordatorio de su lucha. 

Un camino que se abre entre el pasto conduce al río donde está la draga, esa maquinaria que es el “símbolo” de la destrucción y la contaminación de los ríos de la Amazonía paceña. Debido a los años, la lluvia y el sol han ido oxidando el metal, dejándolo vetusto.   

Todo fue abandonado cuando la población de San Miguel de Huachi y el municipio rechazaron su presencia. El hecho data de septiembre de 2017, cuando los comunarios fueron sorprendidos por un grupo de ciudadanos chinos y bolivianos, que, al amparo de la Cooperativa Minera Aurífera San Miguel del Carmen Ltda., pretendió asentarse en la zona para explotar el metal preciado. 

“Yo les dije que no tenían autorización del pueblo para explotar oro y que el pueblo no lo iba a permitir”, rememora Lilian Molina, contemplando la draga arrinconada, e inclinada como si esa maquinaria quisiera huir de la naturaleza.

No le escucharon y continuaron armando la barcaza. Aunque el idioma era una barrera en la comunicación, ella dice que no era un obstáculo para que ellos avancen en su proyecto de explotación aurífera. 

Los ciudadanos chinos, con apoyo de algunos bolivianos, armaron la maquinaria con cada una de las piezas; se movían como dueños del territorio, sin tomar en cuenta la voz de los habitantes del lugar. Por eso la “gente se movilizó”, recuerda.

Lilian insiste que “todo el pueblo” rechazó la actividad minera, excepto algunos dirigentes de ese tiempo que autorizaron el ingreso de la cooperativa en alianza con los intereses extranjeros para explotar los recursos naturales no renovables.

La lideresa levanta los brazos apuntando a la draga, parece una muestra de victoria, de una “resistencia” de todos. “Nosotros como San Miguel de Huachi nos hemos parado, ahí está hundida la draga, no ha trabajado. Era ilegal, no tenía autorización”, comenta.

En la región se siente la frescura de la naturaleza; los ríos, unos con agua más turbia y otros más clara, aún son aprovechados para pescar peces libres de la minería y de la contaminación del mercurio, principal elemento que se usa para la extracción del oro.

Fue elegida dirigenta de la Central de Mujeres en esa coyuntura para contar con el “sello” de la organización, un instrumento que hasta ese momento había servido para validar el ingreso de la cooperativa. Más tarde, en 2021, fue elegida subalcaldesa y se mantuvo en la misma línea. 

“Mil razones” contra la minería

Muchas son las razones contra la minería aurífera en Palos Blancos, pero una principalmente: el cuidado de la producción del cacao orgánico.

La parcela de 12 hectáreas de Lilian Molina se encuentra en lo alto de una colina. Dos columnas de árboles de asaí son el ingreso de lo que fue un bosque primario, convertido en un bosque productivo, organizado con múltiples productos, pero principalmente cacao.

La también productora apresura para mostrar el árbol de palta que ya está dando los frutos. Con su mirada hace un paneo de todo el bosque, con árboles de cacao, piña, plátanos, que cultiva con su esposo y sus cuatro hijas, a quienes ha enseñado que la naturaleza es vida.  

A media hora de viaje de Palos Blancos se encuentra Alto Beni, un municipio ecológico joven con solo 15 años de creación, ubicado en la provincia Caranavi del departamento de La Paz. Cuenta con una población de 11.194 habitantes.

Ahí tiene su parcela Francisco Reynaga, un productor de la Cooperativa El Porvenir. Toda su vida se ha dedicado a la agricultura. Su tierra tiene una diversidad de cultivos, por lo que sus habitantes que se han convertido en guardianes del cacao.

Un sendero se abre entre los árboles de naranja, mandarina, piña, palta, plátano, incluso árboles de mara que un día serán aprovechados. Pero el “oro morado”, como se conoce el cacao, es la fruta preciada de la región. 

Dice que a 300 metros está el río. “¿Se imagina si entraría la minería? esto se va a contaminar totalmente y nos afectaría de gran manera”, advierte sobre la amenaza que acecha a toda esa región.

En ambos territorios funcionan 48 cooperativas de cacao que son parte de la Central Regional Agropecuaria Industrial de Cooperativas El Ceibo, que tiene sede en la localidad de Sapecho a 230 kilómetros de La Paz (entre Alto Beni y Palos Blancos). Más de 1.300 familias trabajan en la producción de cacao. 

El Ceibo es productor de uno de los chocolates bolivianos con mayor reconocimiento. Tiene al menos 10 certificaciones, cuatro de ellas: Sello hand and hand, Naturland, Usda organic y UE organic, vinculadas a la producción orgánica. Los consumidores tienen la garantía de que cumplen con los requisitos ecológicos y sociales, que un producto es 100 o 95% ecológico y, finalmente, les permite comercializar en la Unión Europea. 

Esta es la razón “clave” para que los agricultores de estos dos municipios cuiden como un bien preciado sus cultivos de cacao, se trata de un producto que cruza fronteras, llegando a los mercados de Europa, Estados Unidos y, últimamente, a China.

En 2023, el cacao y sus preparaciones marcaron un récord importante al exportarse cerca de $us 3 millones por más de 621 toneladas. En enero del 2024, las exportaciones fueron por más de $us 1 millón, según los datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).

Antes, “el 30% se exportaba y el 70% se comercializaba en Bolivia. Ahora, más del 40% se está exportando debido a los costos y el 60% se queda en el mercado nacional”, afirma Heber Jora, director ejecutivo del PIAF, que es el brazo técnico de investigación y capacitación de El Ceibo.

 

Anf